A juan no le gustaba el bullicio, ni los ruidos, ni las palabras altisonantes. Cuando hablaba lo hacia pausado, en voz baja, como paladeando cada una de sus palabras. Juan era amigo del silencio. Volvía cada tarde noche de su trabajo, con su bicicleta vieja y despintada, de pasada compraba una tortilla asada. En su casa lo esperaban su mujer y sus dos hijos. Juan los besaba a cada uno con afecto silencioso cortaba la tortilla en cuatro partes exactamente iguales y la repartía. Una ceremonia ritual que los gurises esperaban cada día con algarabía, el único bullicio que Juan se permitía
Le gustaba tomar unos mates ahí, en el patio, sentado en un viejo tronco de eucalipto, que nadie sabia de donde había salido ni cuando, pero ahí estaba. Juan se sentaba, apoyaba su espalda en las tablas viejas de su casilla y los ojos se le llenaba de alegría, mientras miraba su casita de material crecer de su propia mano, porque los domingos juan también era albañil, solo que entonces él era su propio patrón, su mujer lo ayudaba con el nivel, la plomada, el agua y cada tanto unos mates y juntos veían crecer sus sueños.
Ese día juan estaba mas callado que de costumbre. ¿Qué te pasa¿ Lo indago su mujer – nada, parece que hay problemas en la obra, vinieron los de municipio y la clausuraron porque esta mal hecha, dicen que tiene mas pisos de los autorizados y se puede derrumbar… ¿Y entonces? - repregunto la mujer – entonces nada, respondió Juan. Mucho ruido, vino el sindicato dijo que la obra se paraba, pero al rato estaba todo bien y mañana seguimos. Que vamos a hacer, el patrón nos dijo que tenemos trabajo para rato y parece que ya agarró otra obra. – cuídate Juan - dijo preocupada la mujer. Juan no respondió, miraba con ojos vivaces el esqueleto desnudo de “su” obra.
Como siempre ese día armó su bolso. La ropa, la vianda, un poco de pan y hasta se dio el gusto de poner un picadillo para la mateada, le gustaba salir bien temprano de la casa cuando el sol apenas asomaba entre otras cosas porque a esa hora el silencio, es mas silencio. Llegó la obra, mateo con sus compañeros y comenzó su jornada. Subió al ultimo piso, el trajín lo llevaba de aquí para allá, gritos ruidos que juan detestaba pero a los que se tuvo que acostumbrar.
Alguien dijo “vamos a llenar el tanque”, Juan pensó en el municipio, en los del sindicato y en su patrón.
el agua comenzó a subir, de pronto estallo, un ruido horrendo destrozó el silencio, amigo de Juan, el ruido era un trueno eterno que corría por toda la obra, Juan no tuvo tiempo de disgustarse por semejante ruido, una nube de polvo, piedras gritos y lamentos lo invadió todo, sintió que el cuerpo le dolía horriblemente y que el ruido le destruía los oídos, se acordó sin saber porque de sus hijos, de su mujer de su casa sin terminar, de su sueño de todos los domingos el cuerpo le ardía y sintió como se volcaba lentamente, desparramándose sin resistencia debajo de un monto de escombros, se sintió flotar en el aire con su proverbial mansedumbre y pudo ver su propio cuerpo atrincherado detrás de montaña de cascotes, el ruido desapareció y juan se arrimó a los brazos de su viejo amigo, el silencio, con los ojos abiertos, enormes como queriendo beberse todo ese cielo suyo, como queriendo abarcar toda la vida en ese instante profundo de la muerte. Juan el amigo del silencio ya nunca volvió con su tortilla asada y su bicicleta vieja.
un humilde homenaje alos 8 obreros muertos ( asesinados) en corrientes