Saliendo de ella, tomando distancia quiza, es la mejor forma en que se puede comprender, hasta que punto la urbanidad, como un presdigitador, un magnifico ilusionista, es capaz de robarle a nuestros sentidos sensaciones y estimulos.
Es la ciudad un grotesco totem del ocultamiento. Duele comprender como, casi sin que nos demos cuenta, de manera artera, el vertigo, el ruido, y las sombras de la arquitectura opacan la ciudad y nos privan de percepciones sublimes.
Ella nos oculta cosas, nos birla momentos, al principio de nuestros sentidos y finalmente de nuestra memoria
Cosas pequeñas pero intensas, que aun ahi, frente nuestro, se escapan en el artificio ocultista de la urbe.
El perfume de las flores en los jardines, el croar de sapos grillos y ranas, el canto dolido y breve del pajaro cautivo
Pero no solo cosas pequeñas son ocultadas en el fragor de la ciudad, hay espectaculos que aun inmensos no pueden escapar al maleficio
El cielo por ejemplo, sobre todo por la noche.
¿ Quien ha visto el cielo en la noche de la ciudad? ... No hay matices del rojo, ni lunas itinerantes, ni estrellas vacilantes, no hay oscuro infinito regado de pecas brillantes. El cielo en la ciudad es un abrazo incandescente de neon y mercurio, apenas dos metros sobre nuestras cabezas, que enceguece y obliga a no mirar.
No hay cielo en la cidad, solo un espejo blanco y fulminante que nos aplasta contra el frio del cemento.
¿ Y el horizonte, cual es el horizonte en la ciudad, la pared que nos encierra, el auto de adelante, la multitud que nos atropella? ¿ o tal vez el arrullo sofocante de las paralelas efimeras y apresuradas con perspectiva de encierro inmediato, de infinito proximo, obsesion lujuriosa por encontrarse y tocarse?
¿En que horizonte podrá Galeano buscar la utopia en la ciudad sin retiro?
Podrá Garcia Marquez remitirse al silencio de las madrugadas cuando en el patio se dejaba oir el rumor del azucar que sube a las naranjas?
Felix Luna ha dicho que Hernandez no hubiera podido escribir la primera estrofa del Martin Fierro sin la presencia del horizonte.
“ aquí me pongo a cantar /
al compas de la vigüela/
el gaucho que lo desvela /
una pena extraordinaria/
como el ave solitaria/
con el cantar se consuela”
Seria imposible escribir esto sin la evidencia del horizonte, dice Luna.
La ciudad es un monstruo depredador, que devora las perspectivas, los horizontes, los cielos, los silencios, los aromas, los sonidos. Sensaciones perdidas que no podemos recuperar, pero que estan ahi en la mayor proximidad, como siempre, esperando por nosotros, a que vayamos por ellos, que caminemos sin temor a desarmar, pieza por pieza, esta urbanidad del ocultamiento.